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Abrirme y vivir activamente la situación y a la naturaleza
Así vendrá mi perfecto ajuste en mi relación con el mundo, incluso con el mundo
material.
Posteriormente vendrá la aplicación de esto con ese mundo tan curioso que son las
circunstancias, las situaciones, los acontecimientos, algo intangible, que es un modo
particular de relación sujeto-objeto, pero cuya importancia no está tanto en el objeto o
en el sujeto como en el modo particular que nos vincula: las situaciones.
Las situaciones son cosas, son expresión viviente de una inteligencia que está
haciendo funcionar las cosas, las situaciones son tan importantes, o incluso más, que lo
que llamamos cosas o lo que llamamos personas, porque las personas no son otra cosa
que una situación de paso. Es falsa esta idea de que somos algo estático; somos algo que
fluye, y, por lo tanto, nosotros mismos somos una situación.
Pero ahora nos referimos a otro tipo de situaciones, a lo que yo vivo exteriormente
como un hecho, como una circunstancia. Las cosas de repente se ponen feas para mí, el
ambiente parece que, de pronto, cambia de color, parece que deja de funcionar a un
ritmo determinado, sustituyéndolo por otro ritmo; las cosas en un momento me van muy
bien y en otro momento no me van tan bien. Ese cambio de ambiente social, de
ambiente material, a veces incluso del ambiente climatológico, todo esto es algo
viviente, es expresión de la misma inteligencia y voluntad que se está expresando en
nosotros. Todo esto es un lenguaje, un lenguaje con una significación, un lenguaje que
yo aprenderé a reconocer si tan sólo aprendo a mirarlo con interés. Mientras yo esté
situándome del mismo modo egocentrado con que lo hago ante las personas, es decir,
esto me conviene, aquello no me interesa, esto me vale para tal función, lo otro no es
bueno, mientras yo esté constantemente clasificando, separando, nunca podré identificar
nada por sí mismo, nunca podré descubrir nada en sí. Cuando yo aprenda a ver en
silencio, despierto, lúcido pero sin juicio, cuando aprenda a ver las circunstancias, las
situaciones, en su constante transformación, yo iré descubriendo que detrás de todo este
fluir de cosas, de ambientes, de cosas que a veces parecen intangibles, hay un sentido,
un significado, de una inteligencia y de una voluntad que está hablando con elocuencia.
Todo es significado, no hay nada que no tenga un significado, todo es signo, todo es
símbolo, porque todo es expresión en su ser y en su hacer de la única Inteligencia, de la
única Voluntad.
Luego, hemos de aprender a abrirnos ante esa cosa maravillosa que es la Naturaleza,
y aprovechar ese regalo constante que estamos teniendo de todo lo que existe,
aprovecharlo de forma que entre en nosotros, que admitamos en lo más profundo de
nuestro interior lo que continuamente está expresando la naturaleza, al igual que lo que
continuamente están expresando las personas, si sabemos verlas. Mirando la naturaleza,
veremos que está expresando una grandiosidad, una potencia, una belleza, una
inteligencia. Es un mensaje constante que se está renovando en cada momento, es una
creación abundante, monstruosa, monstruosa porque parece que no va a ninguna parte,
porque parece que no es útil en nuestra idea de utilidad; sin embargo, es un proceso
constante de expresión, de fuerza, de potencia maravillosa, de belleza, de grandiosidad,
de sutileza, de delicadeza, de inteligencia.
Si yo aprendo no solamente a admirar, sino a dejar que penetren en mí, con esa
receptividad que, hemos de haber aprendido en la relación humana, entonces veré que
se produce en mí una respuesta de admisión, de aceptación. Y descubriré que aquella
belleza está en mí, que aquella potencia, aquella sutilidad, grandiosidad y delicadeza
están en mí, están en esa única conciencia de la que nosotros somos un foco, conciencia
que está constantemente expresándose y renovándose en todo lo que es un flujo de
cualidades positivas.
Preguntas:
-Si no tenemos que rectificar a nadie, ¿no podemos entonces dar, por ejemplo, un
consejo a nuestros hijos?
R. -Nosotros podemos y debemos dar consejos no sólo a los hijos, sino también a los
que no son los hijos, pero no confundiendo nunca lo que es un consejo relativo a la
forma con lo que es un consejo respecto al ser, a los valores fundamentales. Y como lo
que a nosotros nos preocupa más, aquello a lo que reaccionamos más, es al modo de
hacer, entonces todos nuestros sabios consejos van dirigidos a que el modo de hacer esté
de acuerdo con nuestro modo de hacer y de pensar. Y esto es lo que hay que evitar.
Ciertamente hay momentos en los que se debe sugerir e incluso imponer unas normas
de acción, de convivencia. Pero, sobre todo, no confundamos esto con ayudar a nadie.
Con esto no ayudamos a nadie, con esto estamos simplemente domesticando a la
persona, la estamos obligando a que se comporte de una manera que no provoque roces [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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