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para ensalzar prolijamente a sus mayores, creyendo
que la memoria de sus grandes hechos les hará a
ellos más ilustres, lo que es muy al contrario. Porque
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L A GU E R R A DE J U GU R T A
cuanto la vida de aquéllos fuese más esclarecida,
tanto es más reprensible la pereza de éstos. Y en la
realidad ello es Así; la gloria de los mayores es para
sus descendientes una antorcha que no permite que
sus virtudes ni sus vicios estén ocultos. Yo nada de
esto tengo, ¡oh quirites!, pero puedo referir mis ha-
zañas, que vale mucho más. Ved, pues, cuán injustos
son, que lo que se atribuyen ellos a sí por la virtud
ajena, no quieren concedérmelo a mí por la propia.
¿Y por qué? Porque no tengo en mi casa estatuas y
porque mi nobleza es de ayer; siendo cierto que es
mejor adquirírsela uno por sí mismo que haber co-
rrompido la que heredó. Ni ignoro que si quieren
satisfacerme, tendrán a mano una oración, copiosa y
limada. Mas puesto que toman ocasión de la gran
merced que me habéis hecho para despedazar en
todas partes con dieterios vuestro honor y el mío,
no me ha parecido razón callar; no haya quien atri-
buya mi silencio a remordimiento o culpa. A mí en
la realidad, según me siento, nada de cuanto digan
puede dañarme; porque si hablan verdad, han de
hablar bien; si no, los desmentirá mi vida y mis
costumbres. Pero vosotros, cuya resolución de ha-
berme honrado y puesto a mi cargo el negocio de
más peso, se acusa igualmente, pensad una y otra
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C A Y O S A L U S T I O
vez si convendrá revocarla. Porque a la verdad yo
no puedo presentar en abono mío estatuas ni triun-
fos, ni consulados de mis mayores; pero si fuere
necesario presentaré lanzas, banderas, jaeces y otros
dones militares; y además de esto heridas recibidas
pecho a pecho. Estas son mis estatuas, ésta mi no-
bleza, no como ellos la tienen heredada, sino adqui-
rida a costa de grandes trabajos y peligros. No son
mis palabras aliñadas, ni hago de esto caso; harto se
descubre la virtud por sí misma. Ellos sí que nece-
sitan de artificio para encubrir sus maldades con
arengas estudiadas. Ni tampoco he aprendido la
lengua griega, ni querido perder en ello el tiempo,
porque veía que los que la sabían no por eso fueron
mejores. Lo que si he aprendido cuidadosamente es
lo que importa más a la república: herir al enemigo,
ganar o defender una plaza, no temer otra cosa al-
guna sino la infamia, sufrir igualmente el frío y el
calor, dormir en el suelo y luchar a un mismo tiem-
po con el hambre y el trabajo. Con este ejemplo
animaré yo a los soldados; ni los trataré a ellos mal y
a mí con opulencia, ni convertiré en alabanza mía su
trabajo. Éste es el gobierno útil y el propio de un
ciudadano; porque regalarse un general y tratar con
rigor a sus soldados no es portarse según su oficio,
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L A GU E R R A DE J U GU R T A
sino como dueño absoluto. Por estos y otros tales
medios, ¡oh quirites!, se engrandecieron vuestros
mayores a sí mismos y a la república, y apoyada en
ellos la nobleza, sin embargo, de lo desemejante de
sus costumbres, me desprecia a mí, que procuro
imitarlos, y os pide los empleos, no como recom-
pensa del mérito, sino como cosa debida a su naci-
miento. Pero en esto los engaña mucho su vanidad.
Sus mayores les dejaron cuanto pudieron: riquezas,
estatuas y una clara memoria de sí mismos; virtud
no les dejaron, ni podían. 2sta sola es la que ni se
regala, ni se hereda. Dicen de mí que soy hombre
rústico y sin cultura, porque no pongo una mesa con
primor, ni mantengo truhanes, ni doy más salario al
cocinero que al que cuida de mis labranzas, lo que
yo os confieso de buena gana, quirites. Porque oí a
mi padre y a otros graves varones, que estas delica-
dezas son propias de mujeres y el trabajo de hom-
bres; que la gente de bien debe tener mayor caudal
de gloria que de riquezas, y que sus armas, no los
muebles preciosos, han de ser su principal adorno.
Hagan, pues, en hora buena lo que les place y en lo
que tienen puestas sus delicias: amen, beban, pasen
su vejez donde tuvieron la juventud, esto es, en
banquetes, entregados a la gula y a la lascivia, y de-
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C A Y O S A L U S T I O
jen para nosotros el sudor, el polvo y los trabajos,
que nos son más suaves que las viandas delicadas
Pero no es esto lo que quieren, sino, después de ha-
ber manchado vergonzosamente su honor con mil
infamias, solicitan quitar de las manos los premios a
los buenos. De esta suerte, contra toda razón y jus-
ticia, los que se abandonaron a los detestables vicios
de la pereza y de la lujuria, nada pierden por ello, y
quien viene al fin a pagarlo es la república inocente.
Ahora, pues, que he satisfecho a los cargos que los
nobles me hacen, aunque no según merecían sus
maldades, sino según lo llevan mi moderación y ge-
nio, diré algo de lo que pertenece a la república. Lo
primero, en cuanto a la Numidia, buen ánimo, qui-
rites, pues lo que hasta ahora ha sido favorable a
Jugurta, quiero decir, la avaricia, la ignorancia del
arte militar y la soberbia, lo habéis todo apartado de
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